Después de más de 20 años trabajando sin pausas en el mismo sector, un día me dijeron:
“Ya no cumples con el perfil ni con las métricas de productividad.”
Así, sin más, me vi fuera del trabajo.
Y aunque uno sabe que ese momento puede llegar, cuando pasa… duele.
Duele aún más cuando, además de asimilarlo, tienes que salir a buscar cómo generar ingresos otra vez.
Muchas personas, al enterarse, me han dado palabras de aliento:
"Vas a encontrar algo bueno, verás que sí."
Y lo agradezco de corazón. Ese empujón emocional es necesario.
Pero también he escuchado comentarios más crudos, más realistas, quizá más duros:
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“Mejor piensa en poner un negocio.”
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“Ya no vas a encontrar algo del mismo nivel.”
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“Pensiónate.”
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“Cuida cada centavo, porque el estilo de vida ya cambió.”
Y la verdad… todos tienen algo de razón.
Hacer un currículum después de tantos años no es cualquier cosa.
El mundo laboral ha cambiado, los procesos de selección también, y hasta las plataformas digitales son distintas.
Aquí estoy, reaprendiendo, buscando nuevas formas de presentarme, cuestionándome todo:
¿Volveré a encontrar algo que me entusiasme?
¿Es momento de emprender?
¿Cómo se transita esta etapa con dignidad, sentido y propósito?
Lo más curioso es que nunca había usado redes sociales para hablar de mis emociones, mucho menos relacionadas con el trabajo.
Pero hoy lo hago porque he descubierto algo valioso: tengo una red de apoyo enorme.
Amigos, excolegas y, sobre todo, una familia que me recuerda cada día que vale la pena seguir adelante.
Hoy cierro un ciclo. Y lo hago con la certeza de que la vida después de los 50 también puede vivirse plenamente.